jueves, 27 de noviembre de 2008

El plan B


Uno: El Gobierno reconoció que la crisis financiera mundial ya está afectando a la Argentina. Cristina podría afirmar que el efecto Jazz llegó al Tango. Lo que no puede negar es que sí se necesitaba un Plan B. Da igual: para solucionar un problema primero hay que reconocer que existe.

Dos: El jefe de Gabinete pronosticó que, en el medio de la crisis, la Argentina igual crecerá un 4 por ciento el año que viene. Es una media verdad: si de verdad crece el 4 por ciento, será por el arrastre estadístico y no por el aumento de la productividad.

Tres: Las curvas del IVA y la coparticipación vienen cayendo de manera estrepitosa. Se trata de los números más reveladores de la evolución de la economía real.

Cuatro: El conjunto de medidas tiene como objetivo principal mejorar las expectativas de los mercados primero, y la población económicamente activa después. Sin embargo, suponer que el blanqueo de capitales, la moratoria impositiva y la regularización de los empleados en negro va a detener la desaceleración de la economía parece una ingenuidad.

Cinco: El paquete de obras públicas constituye un guiño para los gobernadores e intendentes a los que Néstor Kirchner pretende mantener bajo control. ¿Cuántos de esos 70 mil millones en nuevas obras eran, en verdad, proyectos que todavía no se han terminado? ¿Cuántas de esas obras se realizarán de verdad?

El paquete de medidas, lleno de buenas intenciones, se lanza en un contexto de falta de credibilidad hacia el Gobierno. Desde que Néstor y Cristina decidieron enfrentar al campo y eliminar las AFJP la mayoría de los argentinos les cree poco y nada. Si se lee con detenimiento los comentarios de los lectores en los portales se verá que muchos de ellos empíezan así: “Primero que devuelvan los fondos de Santa Cruz. Después que nos digan qué deberíamos hacer con nuestros ahorros”.

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Insaciable



Ni Aerolíneas Argentinas manejadas por Marsans ni las AFJP controladas por empresas privadas eran una panacea. Es más: ambas hicieron cosas muy malas, algunas fuera de la ley, con el silencio cómplice de los gobiernos de turno.

Pero nada de lo anterior justifica la expropiación de la aerolínea ni la eliminación de las administradoras. Y además: lo que explica ambas decisiones no es la defensa de los clientes de una ni los afiliados de otra, sino la voracidad de este gobierno para controlar todo disfrazado de ideología a favor de lo público.

Igual que Carlos Menem y los suyos, quienes concretaron privatizaciones escandalosas montados en la ola de que todo lo que manejaba el Estado era sinónimo de burocracia, ineficiencia y corrupción, ahora Néstor Kirchner y su equipo avanza sobre empresas privadas y derechos de los ciudadanos, montado en la ola de que todo lo privado es corrupto, egoísta, insensible e inmoral.

Lo mismo que durante los nefastos y demonizados años noventa, la oposición política no tuvo fuerza para evitar el atropello y equilibrar el estado de las cosas. Y así como Menem, durante muchos años, hizo casi todo lo que se le dio la gana, Kirchner, ahora mismo, acumula y ostenta tanto control, que está cambiando la ecuación del poder real.

¿Qué significa esto? Que nunca un presidente, desde la restauración democrática de 1983, discutió, de igual a igual, con el poder permanente de la República Argentina: los grandes grupos económicos, los medios, algunos sindicatos. Es decir, los Dueños de la Argentina.

Alfonsín los sufrió y los combatió. Menem se alió a ellos hasta que el poder permanente le soltó la mano, mucho antes de llegar a la puerta del cementerio. De la Rúa nunca comprendió la naturaleza del poder real. Y Kirchner pretende quedarse con un pedazo de ese enorme "todo", para seguir influyendo una vez que pierda las elecciones, o para no ir preso, como le pasó al hombre que él no menciona sin tocar antes madera.

martes, 18 de noviembre de 2008

Por qué Cristina llega tarde


Cristina llegó tarde para participar de una foto entre los presidentes de los países más poderosos del planeta.

No fue la primera vez.

Ya lo había hecho en una cumbre casi tan importante como esta.

Llegar tarde, en semejantes circunstancias, no sólo significa un soberano papelón y una falta de respeto a los pares que esperan. También puede tener varias lecturas, a saber:

*que en alguna parte de su conciencia, la Presidenta se siente autorizada o perdonada de antemano por demorarse.
*que se trata de una persona acostumbrada a hacer lo que se le da la gana, por encima de cualquier regla y cualquier protocolo.
* que, en el fondo, no se percibe como un par sino como alguien superior.
* que la impuntualidad es otra de las malas costumbres argentinas, tristemente célebres en muchas partes del mundo.

En el año 2004 viajé a cubrir una importante reunión del MERCOSUR, en Montevideo. Casi por accidente, me enteré que Néstor Kirchner le había solicitado a Lula una reunión urgente, personal y fuera de agenda. Y eso no fue todo. El Presidente argentino tuvo el “atrevimiento” de pedirle a su par brasileño que se acercara al hotel donde se alojaba.
Lula, a pesar de ser el mandatario de un país más grande y desarrollado que el nuestro, accedió de inmediato. Sin embargo, cuando llegó, se encontró con que Kirchner todavía no estaba listo.

Fui testigo presencial del ruidoso enojo de la plana mayor de la diplomacia brasileña. El entonces canciller Rafael Bielsa fue duramente increpado, y el desbarajuste casi termina en un conflicto diplomático. No pasó a mayores porque justo en el momento en que toda la comitiva brasileña (con el enorme aparato de seguridad incluido) estaba por retirarse del hotel, el jefe de Estado argentino, todavía despeinado y desaliñado, como recién levantado de la cama, se abalanzó sobre Lula y le dio un abrazo juguetón, como si se tratara de un viejo amigo del colegio secundario.

Fue uno de los peores días de la gestión de Bielsa como ministro. Sin embargo, alguien muy cercano a Kirchner, sorprendido porque me había enterado del episodio con lujo de detalles, intentó presentarlo como una evidencia de la fortaleza Argentina frente a Brasil.
La gestión de Néstor Kirchner recién empezaba, pero ya se evidenciaba con claridad la carga de soberbia, prepotencia, destrato hacia los demás y la falta del sentido de la realidad que se incubaba en quienes administraban la Argentina.

Lo sorprendente es que todavía persista.

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lunes, 3 de noviembre de 2008

¿Quién sucederá a Cristina?


La gran pregunta de quienes analizan la Argentina no es quién ganará las elecciones legislativas del año que viene. El gran interrogante es si el kirchnerismo conservará el gobierno más allá de 2011, una vez finalizado el mandato de Cristina.

Es probable que Néstor y Cristina vuelvan a ganar el año próximo. Es posible que triunfen con menos votos que en las presidenciales de 2007, pero que también les alcance para conservar el núcleo duro del poder. Es de esperar, además, que tanto la Coalición Cívica, en casi todo el país, como el PRO, en la ciudad de Buenos Aires, hagan buenas elecciones. Votos que dejen a Elisa Carrió y a Mauricio Macri bien parados para candidatearse en 2011. También es previsible que Julio Cobos juegue sus piezas para tratar de no perder la súbita popularidad y buena imagen que cosechó con su "voto no positivo". Roberto Lavagna y Felipe Solá jugarían sus cartas en solitario. Francisco De Narváez sueña con una interna abierta para que el mejor peronista opositor se enfrente en la provincia de Buenos Aires con el candidato de Kirchner.


Sin embargo, todos miran más allá. Porque el día después de las parlamentarias del año que viene se empezará a dirimir qué signo político tendrá el gobierno que viene. ¿Le espera al matrimonio presidencial el mismo nivel de rechazo -e incluso odio- que cosechó Carlos Menem y el menemismo, inmediatamente después de ganar las presidenciales de 1995 frente a la fórmula Bordón-Chacho Alvarez? ¿Pueden eventuales alianzas (Macri junto a Cobos, Binner junto a Carrió) terminar con la hegemonía del peronismo, o el egocentrismo de cada uno de los dirigentes de la oposición determinará inclusive el regreso de Néstor Kirchner como candidato a presidente para suceder a su mujer, Cristina Fernández?


Entre la Argentina blindada que vende la Presidenta y el próximo apocalipsis que pronostica Carrió, hay un país con una economía que no crece como antes y un problema cambiario más serio del que reconocen las autoridades. Los que sepan interpretar esta realidad serán los que más cerca estén de asumir el poder que viene.

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lunes, 27 de octubre de 2008

¿Otra batalla perdida?



Estas son las diez razones por las que el Gobierno, incluida la jefa de Estado y el ex mandatario, podrían perder la batalla de la eliminación de las AFJP, así como cayeron derrotados en su enfrentamiento contra el campo.
1. El sistema de AFJP es injusto, ineficiente y poco transparente, como sostiene la presidenta Cristina Fernández. Pero la mitad de la responsabilidad la tiene el Estado porque no lo controló ni reguló como se debe, aún cuando siempre tuvo todo el poder y las facultades para hacerlo.
2. Las comisiones que cobran las AFJP son abusivas. Y muchas de estas administradoras se dedicaron a “timbear” y a colocar dinero por encima de la ley. Tampoco la ley les permitía invertir en bonos del Estado. Igual lo hicieron, presionadas por los gobiernos de turno que siempre vieron en las administradoras una oportunidad para conseguir dinero fresco. Las AFJP y el Estado, incluida la actual administración, son cómplices y responsables de fomentar estas operaciones ilegales.
3. Es verdad, como sostiene Cristina, que el Estado, a través de la ANSES, pone parte del dinero de la jubilaciones de los primeros afiliados de las AFJP. Pero eso es lo que se acordó ni bien se creó el sistema.
4. Néstor y Cristina intentaron “copar” el sistema de jubilación privada el año pasado, cuando hicieron aprobar una ley por la que los afiliados a las AFJP podían pasar al sistema (público de reparto). Sólo lo hicieron un millón y medio sobre nueve millones de personas.
5. Ahora hay ocho millones de personas inscriptas en algunas de las Administradoras de Fondos de Pensión. Pero sólo tres millones de ellas aportan de manera regular al sistema. Este bajo nivel de “compromiso” es otro de los argumentos que esgrime el matrimonio presidencial para eliminar la jubilación privada.
6. La decisión de eliminar las AFJP es insostenible porque por más que el sistema sea abusivo y funcione mal, hay millones de personas que quieren permanecer dentro de él. Cada una tiene una cuenta personal. Y esa cuenta forma parte de su patrimonio y no del Estado.
7. Pero también la medida es insostenible porque todo el mundo sospecha que Cristina usará los fondos para lo que le convenga en el momento que le convenga, como vienen haciendo los Kirchner desde que gobiernan Santa Cruz. Los ejemplos abruman. Desde el uso de los superpoderes para reasignar partidas presupuestarias hasta la utilización indebida de los fondos fiduciarios. Desde la negativa a firmar un papel que liberaría fondos para obras por mil quinientos millones de pesos a la Ciudad de Buenos Aires, hasta la distribución caprichosa de fondos hacia provincias y municipios “amigos”.
8. Como si esto fuera poco, Néstor y Cristina quieren que la ley se apruebe cuando antes y sin las modificaciones indispensables, como el compromiso de no usar el dinero para otra cosa que no sea pagar a los jubilados.
9. Legisladores recontrakirchneristas como el jefe del Bloque K, Agustín Rossi, afirman que no se repetirá el papelón de la resolución 125. Sin embargo, una primera mirada sobre el Parlamento indicaría que si el proyecto se votara hoy tal como lo quiere Néstor la derrota sería todavía peor que la propinada por Julio Cobos con su ya popular “mi voto no es positivo”.
10. Para peor, el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, ya les hizo saber a los muchos amigos que le quedan en este gobierno que la iniciativa de la Presidenta y el ex presidente “es una locura”. Su sucesor, Sergio Massa, estudia con detenimiento la posibilidad de “bajarse del tren antes de empezar el viaje”, igual que lo hicieron con el anuncio del pago adelantado al Club de París y también a los bonistas.
El problema es que no encuentra ni el momento ni el modo de decírselo a Cristina.

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